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miércoles, febrero 11

La Casa de Campo

A la hora del té, conversamos sobre los poemas de Mary Oliver que leímos juntas en la siesta (en la casa de campo las cosas toman formas distintas, con sus horarios y el despliegue de sus ceremonias). Después junto los platos y pongo a calentar el agua para la segunda tetera.
Son las 5.39 y el tiempo de las tostadas trascurrió rápido porque estamos solas:
esta tarde los hombres están en el campo arreglando un molino a viento, todavía no regresan.
Eso quiere decir, posiblemente, que continuaremos leyendo.
Es tu turno ahora.
Con naturalidad traes de la sala familiar dos libros, uno que fue de tu abuela, otro regalo de Misses Hopwood.
Nosotros somos católicos.
Misses Hopwood es protestante.
Están encuadernados en tela azul y, como los diccionarios de Oxford, tienen las letras cavadas en dorado.
El primero se llama The History of The Old Testament in Modern English.
El segundo tiene las cartas de los apóstoles -me decís- pero ni en las tapas ni el lomo se llega a distinguir el nombre.
Cuando lo abrimos lo primero es un lugar y una fecha.
London, 1938.
Y algo más, la inicial de un nombre y un apellido familiar.
Cocinera volante: todavía voy y vuelvo de la mesa abriendo espacios sin migas para apoyar los brazos y los libros.
Por un instante sucede que estoy de espaldas, agachada sobre el lavavajilla.
Decís que vas a leerme el prefacio.
Por el ruido de la losa no consigo escucharte.
Hago un esfuerzo.
Algo sobre la cantidad de años que estudió griego el traductor (¿60?¿16?). Y luego que se trata de una traducción directa.
Del griego.
Al inglés.
Te das cuenta de que debes esperar a que me siente.
Entonces Te interrumpe y me decís, al vaivén del movimiento doméstico.
What gay shorts you have, Valeria.
Me rio para adentro pensando nuestras propias modernidades.
They are brazilian.
I thought so. They are very colorful, very nice.
Voy a lavarme las manos -digo. Ya vuelvo.
En baño me entretengo demasiado frente al espejo.
My life in ancient English, decido.
Así van a llamarse mis diarios. Por este mes.

martes, enero 27

Once upon a now/Para Lala

Nos quedamos solas en la cocina después de la cena y vos me preguntás:
How do I look to you?
Sin esperar una respuesta me contás, casi encima, antes de que yo alcance a reaccionar.
I sometimes look at myself at the mirror and think “Who am I?”
A mí enseguida me viene a la cabeza la canción de John Lennon.
Es cierto, estoy en shock. Pero igual llego a escuchar la música para adentro.
Who am I? What am I suppose to do?
Y me sumo, me quedo cantando en silencio acodada en la mesa redonda.
No sé que responder, me atrapaste. Miro tu silla, la única con apoyabrazos. Ahora entiendo mejor lo que significa an armchair. Es una silla donde poner los brazos para levantarse cuando no te alcanzan las piernas.
El sábado salió una nota en Ñ sobre las células madre y yo deseé haberme adelantado en el tiempo, tener guardado tu cordón umbilical en alguna parte y poder decirte.
¿Ves?
Cuando fuimos a la alameda a hacer picnic el domingo te abrí el diario. Vos leíste, no me dijiste nada. Soplaba un viento más fresco ya, había llovido 19 milímetros y se había retirado el frente de aire caliente.
Eran días típicos de calor de Buenos Aires dije yo. No los sentía.
Días frescos para Córdoba llegaste a reírte.
Pero las dos creíamos.
Días de calor insoportable para El Recreo.
Nos reímos.
Estamos juntas -me tranquilicé.
Por la mañana subiste la mitad de la escalera y me despertaste con un hilo de voz.
Vale, it´s ten o´clock.
I´m coming.
En el mismo tono.
Fuimos juntas a Lourdes.
Santa Lucía es muy temprano para mí.
Pero tenés razón.
Siempre.
En Lourdes habría que sentarse en el último banco para escuchar bien.
Yo me puse de rodillas. Aproveché que habíamos llegado temprano.
Vos ya no podés arrodillarte pero te alegraste de poder pararte y sentarte cada vez que fuera necesario.
Es un buen día dijiste.
Nos agarramos fuerte de la mano.
No tan fuerte en realidad.
Pero se entiende. Es una fuerza diferente, no hace falta apretar.
Cada tanto yo te apoyaba la cabeza en el hombro. Ese que más temprano, mientras te vestíamos, me dijiste que se te había caído. La remera de hilo era del mismo color que tus ojos. Todas las remeras celestes se ponen del color de tus ojos cuando las usas. Es bellísimo verlo.
Cuando salimos contaste que yo había sido tu intérprete porque te conté lo de San Pablo.
Era un permiso extraordinario otorgado por el papa estar celebrando el día de un santo y no los misterios.
Yo lloré.
Siempre lloró en misa desde que murió Cecy. La última vez que comulgamos juntas fue en la sala de Malere y yo me tuve que agarrar fuerte, con fuerza, de la silla de ruedas para no ponerme a llorar.
Debe ser por eso.
A veces, cuando tengo miedo, repito de memoria el Salmo 23.
Me hubiera gustado poder leérselo en alemán.
Vos siempre que nos acordamos de eso me lo recitás en inglés.
Ella también se había convertido al catolicismo. Y cuando estuvo enferma decía lo mismo que vos ahora pero cambiado, en otro idioma quiero decir.
En realidad, quería decir lo mismo.
I´m at peace.
Y después todo entre nosotras era Danke Schön.

jueves, noviembre 20

Daily solitude, infinite sadness

Llevar diario es una práctica reciente, pero es antigua. Toda la infancia llevé cuenta minuciosa de los días en pequeños y no tan pequeños cuadernos con candados y motivos femeninos. Llavecitas, hojas perfumadas. Ahora se trata de simples cuadernos. Moleskines negros y marrones. Finísimos, transportables. De hojas opacas y rayadas donde cada entrada tiene una fecha y una hora en el caso de ocurrir varias entradas en el mismo día. Allí va quedando, desde hace un tiempo, registro de las impresiones, las acciones y las lecturas. Fragmentos enteros de las cosas leídas.
Pensé mucho, al empezar con los cuadernos, en si modificarían acaso mi recuerdo, después, sobre las cosas realmente sucedidas. Ahora me doy cuenta que en ocasiones me resulta más fácil, sino menos engorroso, leer directamente desde allí en lugar de contar, durante las conversaciones. Pero descubro que la lectura de los cuadernos le deja al interlocutor poco espacio para la réplica. No es que un comienzo aquello haya estado implícito en la práctica, es, en cambio, un resultado que se desprende de ella.
Esta tarde le leí a mi abuela un complejo episodio de las últimas páginas. Ella se limitó a unas lágrimas verdaderas pero no dijo nada, o casi nada, tras mis últimas palabras pronunciadas.
Me pregunto, ahora, en el medio de la noche, en el silencio de la casa, si no corro el riesgo de quedar atrapada, finalmente, en esa especie de mutismo compartido, escuchando sólo esa voz del castellano neutro que me lee a mí misma cada vez que me siento, birome en mano, a enfrentar el peligro de la mala caligrafía.

miércoles, octubre 22

Duermevela/Querido:

Despierto de una pesadilla. Nueva entrada en el diario. Pésima caligrafía. Amberes. Un tren. Gente que muere de una enfermedad al estómago. Los tuyos y los míos ocupan todos los vagones. Zurita no entiendo porqué está, pero está. "Ha sido un gusto haber vivido contigo"..."Gracias valeria"... "Si el dolor no cesa te lo clavas cerca del cuello". Nos llevan a enfermería a Marcelo, a Ángela, a tu padre y a mí. Todos vamos a morir. Me inyectan en la médula con una jeringa larguísima y me abro en el aire, como un paraguas. Somos peceras. Estamos llenos de agua verde. Tu padre se levanta, me cede su lugar que es una silla de dentista. Se va lentamente, sin mirarme. Mi abuela sonríe cuando mi tío dice que va a suicidarse. Ella no lo hará. A mí me dicen que sobreviviré. Es mentira. Alguien me acompaña. No puedo saber quién es. El líquido que me sueltan dentro me hace arder el cuerpo. Despierto con un collar de lágrimas. "Dónde está mi cuaderno". Hago los dibujos de las cosas que he visto. El tren venía a buenos aires. Desde un lugar del sur. Era confuso. Pero no se detendría nunca. Yo me sentaba en un asiento que tapaba, del vagón, la puerta de acceso.

lunes, octubre 20

Para Mauro

Medio día de septiembre.

Leemos sobre el pasto
el poema de Luis Aragon que va a partir en dos
el tiempo. Tiempo recuperado dijo
nosotros en el descuento propio
de la infancia perdidos
por partida doble de tu padre
nos visitamos en un sueño.

Ponemos un pie sobre el primer
escalón que lleva al hospital
donde el paso peatonal
del jardín botánico es un recuerdo queda
el segundo fugaz donde la sombra
del amor es la sombra
en una fotografía en la pantalla
Chile es un país que hemos odiado juntos
en un tiempo escindido son dos tiempos:
cuando éramos todavía
los que éramos cuando finalmente
fuimos los que somos.

En una habitación
cambiada no reconozco tu voz si decís
te contesto con una palabra
me asusta pensar que podríamos
olvidar el final de ese poema
escupamos quieres realmente
la cuenta regresiva
los hijos que imaginamos
tuvieron nuestras virtudes
desheredaron nuestros defectos
pusieron una escalera
para trepar fuera de los libros
dentro de los parques
y crecieron a la luz
de un poema leído en voz alta
veces infinitas puede caer
el niño crecido de la leche
blanco entre las páginas
entre los arboles quedó
clausurada la ilusión de haber tenido
muchos años para llegar a amar
sin existir esa esquina donde pusimos
un zapato apoyamos con fuerza
tuvimos miedo de perderlo todo
el equilibrio que nos mantiene unidos
es una hebra
dorada de pelo que arrancaste
en la puerta para entrar otra vez
a la sala donde morían nuestros abuelos.

Voy a quererte siempre no sabíamos
crecer separados
crecimos juntos
tenemos miedo suspendemos
las clases los compromisos llegamos tarde
a la muerte del amor no pudimos
ejercitar el brazo que dicta
arquear las fechas en la caída del puño
sobre la mesa se hacen presentes
las cartas otra vez los veranos
juntos en el mar nos encuentra
por sorpresa la marea que sube
y nos separa por un hilo de agua.

domingo, octubre 19

la calle de la memoria

ayer leímos en la ex-esma. eramos pocos pero casi todos amigos. llegamos justo cuando se ponía el sol. la luz era gris aunque el día había estado precioso. dos perros amarillos y un cachorro muy simpático vinieron a saludarme apenas crucé el gran portón de entrada. una calle larga y arbolada llevaba al edificio donde se realizaría la lectura. antes pasé por la fachada muchos edificios, la que más me impresionó fue la de lo que había sido el hospital. un cartel precedía las escaleras. leí unos horarios, uno de atención para el personal militar y otro para la población civil. pensé en la palabra civilidad. no estoy segura de que exista. traté de espiar por las ventanas. me acordé de que cuando eramos chicos vivíamos junto enfrente de los edificios militares. repasé: el casino, la escuela de polo, el club, el barrio de oficiales, el barrio de suboficiales, la cancha de tenis, la de futbol. nada. solo encontré un dato de color: cuando fui adolescente, una noche, un soldado que estaba de guardia cruzó y dió vuelta la llave porque me vió intentando saltar el portón de mi propia casa. entonces llegué al encuentro de mariana y gabriel. me pare de costado y miré hacia atrás. había caminado alrededor de doscientos metros. ellos también. me pregunté que cosas habrían recordado. me puse a redactar, mentalmente, un principio para mis padres.

lunes, octubre 13

Para Begoña

Me dieron ganas de preguntarte si te parecía
especial quedarnos juntas
sentadas durante horas sin tener
que decir ninguna palabra, sin tener que contar
ninguna historia ni sonar
listas ni vernos bonitas.

A mí me gustarían las chicas como nosotras.

Me enamoraría de quedarnos
sentadas en silencio juntas, durante horas.

Con ellos es diferente
me contestarías si me animara a preguntarte
si serías mi amiga.

Seamos amigas para siempre me gustaría
decirte con esa naturalidad
de ser niños pero prefiero
quedarnos juntas en silencio
sentadas de la casa en habitaciones
distintas.

Ahora que ya vimos
Twin Peaks no podríamos
partir un corazón, quedarnos
con una mitad. Igual a mí
me gustaría.
Estar en Santiago

Llegar a un lugar nuevo siempre implica alguna forma de la fuerza. Para mí, el primer desafío está en la cardinalidad. Encontrar los lugares, y sobre todo ser capaz de volver a encontrar los lugares, es la forma más genuina de la satisfacción.
Caminé mucho por Santiago. Caminar sola es una forma de estar sola que no me produce tristeza. Me da gusto el doble anonimato de la extranjería. Si fuera posible, permanecería callada la totalidad del tiempo. Que nadie notara que estoy, que no estoy, sería mi deleite. Como estar encima del cerro siendo el cerro, se me ocurre, la totalidad de la vista panorámica. O esas cajas atadas con alambre de zapato que cruzan la ciudad por el cielo. Teleférico, me contestás.

martes, septiembre 30

Los días lejos de la voz/Para Francisco

Si decimos
algo se rompe el cordón que nos mantiene unidos.
Es una cuerda el arco
de la maternidad nosotros
somos hermanos adentro.
Nos enseñaron temprano que una casa
que se habita se llena de murmullos

¿Habrá fantasmas en el velo

de la voz?

Dejé crecer la tela
de araña en la garganta y ahora
mirando los dibujos
en el cuerpo monigotes pienso
tenemos miedo. Se vencieron
en madre los músculos para sostenernos.

domingo, septiembre 28

Para Francisco

Me da una patada
en el centro del ojo estar tan lejos de la luz.
Si nos preguntan, tenemos los años
de las veces que nos dijeron que no.
Somos los niños más ancianos del mundo. Una sabiduría
extraña nos compete. Quisiéramos
crecer de golpe en el centro de la luz.
En el sueño decías:
El centro de la luz es el olvido
de todas las cosas.
Hasta ahora
crecimos como un árbol de nueces. Y todo
lo que cayó de nosotros estuvo siempre envuelto.

domingo, septiembre 21

Para Lucía

Yo te dije: No sé porqué últimamente las fiestas me entristecen. Y vos me respondiste: Sin el últimamente, me pasa lo mismo. No sabría qué decirte. Entonces escalonamos las salidas. Un éxodo solitario. Un sentimiento compartido. La tristeza nos hace sentirnos fuertes. O débiles ¿Nos sentimos grandes así? Las chicas tristes pueden a subir a un taxi y pedir las direcciones de sus casas mientras se quitan un zapato. Y darse vuelta: por la ventanilla las luces de las avenidas se juntan ¿Tenemos miedo de crecer?
De noche las avenidas son un hilo de asfalto finísimo. Dios es el señor que maneja los semáforos. Cuando está contento las luces amarillas titilan. Entonces el hilo no se corta y la ciudad se mantiene unida en la continuidad de las luces. Todas del color de la cascara del huevo. Adentro, todavía no nos crecen las plumas. No me gustaría ser calabaza en la mano pesada de un gigante. Pero si supiera cantar un lullaby o contar un cuento correría el riego de ser aplastada por el movimiento de las falanges.
Vivir de este lado de la cáscara de la fragilidad ¿me haría indestructible? Una cosa que aprendí: entre ser chicos y ser grandes nos olvidamos las canciones que nos cantaban nuestros papás. Dejamos los libros infantiles en la baulera en una caja. No podemos recordar si crecían o no los arboles hasta el cielo. Nos asusta que no fuera cierto. El peligro: la casa del cíclope ahora puede ser la de cualquier persona que nos intimida. Tenemos miedo de morir de tristeza pero nos gustan los violines porque son trágicos. Y los violinistas porque deberían ser personas tristes. O al menos representar la medida justa del drama. Eso es la belleza.
¿Desdramatizar querrá decir despertar solos? Preguntas, preguntas. El desayuno del domingo es siempre una fusión con la hora del té. Salteamos el almuerzo como los recuerdos. Dormimos hasta tarde porque no queremos tener que recordarnos a nosotras mismas: ayer tuvimos una fiesta. Cuando salto de la cama, el espejo me dice que me asusta la vejez ¿Cosas que me gustan? Los animales, los niños, la música y los libros. En ese orden.
A nuestros amigos los queremos. Son importantes. Pero a veces ahogaríamos todos los cocos en la bañara y nos olvidaríamos del mundo. Soy vertical pero preferiría ser horizontal. Sylvia era bella y era triste. Nosotras apenas quisiéramos caminar por el DF buscando librerías con aire acondicionado donde pasar el rato. Y los días. Y las semanas ¿Nos quedaríamos a vivir? Cosas que quiero: un loro para el hombro, un bastón para los años, brazos fuertes para remar lejos.

jueves, septiembre 18

Soñé con una carta de amor

Querida. En el archipielago llueve todo el tiempo. Sin embargo, dijeron que hubo sol unas semanas antes. La temporada de lluvias hace que todo se vea tan dramático. Algo en los colores, en la luz. No sabría explicarlo. Remar es una actividad estoica. La sensación de arribar a donde te lleva en viento y despertar en una isla como sobre el corazón de una ballena. Atrapar los propios peces. Cocerlos al fuego de una pequeña pila de madera. Cantar en voz alta como un niño (Qué podemos hacer con un marinero borracho? ) No extraño las ciudades. Estocolmo pareciera cada vez más lejos. La desolación es inmensa en las islas del norte.

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