lunes, febrero 16

La caligrafía/ En la casa de campo

La primera tormenta, cuando las luces se fueron, dispusieron candelabros en todas las habitaciones de la casa.
Mientras los hombres esperaban la hora de salir a contar los milímetros con las botas puestas, ellas le contaron a los niños la historia más antigua que conocían sobre viajes en barco.

miércoles, febrero 11

La Casa de Campo

A la hora del té, conversamos sobre los poemas de Mary Oliver que leímos juntas en la siesta (en la casa de campo las cosas toman formas distintas, con sus horarios y el despliegue de sus ceremonias). Después junto los platos y pongo a calentar el agua para la segunda tetera.
Son las 5.39 y el tiempo de las tostadas trascurrió rápido porque estamos solas:
esta tarde los hombres están en el campo arreglando un molino a viento, todavía no regresan.
Eso quiere decir, posiblemente, que continuaremos leyendo.
Es tu turno ahora.
Con naturalidad traes de la sala familiar dos libros, uno que fue de tu abuela, otro regalo de Misses Hopwood.
Nosotros somos católicos.
Misses Hopwood es protestante.
Están encuadernados en tela azul y, como los diccionarios de Oxford, tienen las letras cavadas en dorado.
El primero se llama The History of The Old Testament in Modern English.
El segundo tiene las cartas de los apóstoles -me decís- pero ni en las tapas ni el lomo se llega a distinguir el nombre.
Cuando lo abrimos lo primero es un lugar y una fecha.
London, 1938.
Y algo más, la inicial de un nombre y un apellido familiar.
Cocinera volante: todavía voy y vuelvo de la mesa abriendo espacios sin migas para apoyar los brazos y los libros.
Por un instante sucede que estoy de espaldas, agachada sobre el lavavajilla.
Decís que vas a leerme el prefacio.
Por el ruido de la losa no consigo escucharte.
Hago un esfuerzo.
Algo sobre la cantidad de años que estudió griego el traductor (¿60?¿16?). Y luego que se trata de una traducción directa.
Del griego.
Al inglés.
Te das cuenta de que debes esperar a que me siente.
Entonces Te interrumpe y me decís, al vaivén del movimiento doméstico.
What gay shorts you have, Valeria.
Me rio para adentro pensando nuestras propias modernidades.
They are brazilian.
I thought so. They are very colorful, very nice.
Voy a lavarme las manos -digo. Ya vuelvo.
En baño me entretengo demasiado frente al espejo.
My life in ancient English, decido.
Así van a llamarse mis diarios. Por este mes.

jueves, febrero 5

Hielo/Mary Oliver

Mi padre pasó su último invierno
Fabricando crampones para zapatos

Hechos de cámaras de neumáticos y recortes de hierro.
(Un artefacto que resbala sobre la parte media del pie

Y se sostiene debajo del zapato
Un pedazo de metal áspero que permite caminar

Sin miedo a caerse
Nunca en la nieve o en el hielo.) Mi padre

No debería haber estado
Tan cerca del trabajo

En un taller húmedo, pero a pesar
De que sentía estar viajando al borde de su mente

No se detenía. Mi madre
Los usaba, y mi tía, y mis primos.

Él los envolvía y los enviaba por correo
Una docena de pares para mí, una docena
Para mi hermana, en California.

Más tarde supimos cómo se los regalaba
A los vecinos, un hombre viejo

Apareciendo con las mejillas azules de frío en cada puerta.
Nadie lo rechazó

Porque ese dar era llanamente un pedido,
Una petición a ser bienvenido y útil–

O tal vez, quien sabe, la semilla de un deseo
De que no lo mandaran solo afuera, al hielo negro.

Ahora la casa parece más clara: libros,
Mitad-leídos, puestos de vuelta en los estantes;

Los proyectos sin terminar a un lado.
Esta primavera

Mi madre me escribe: Estoy limpiando el taller
Y encontré

Tantos pares de crampones,
Cajas y valijas atestadas,

Más de los que llegaríamos a usar nunca.
¿Qué hago? Y me veo a mi misma

Sola en esa casa con nada
Más que el oscuro brillo de acantilados de hielo, la sensación

De explosiones distantes,
Una ceguera mientras busco mi saco–

Y contesto: Mamá, por favor
Guardá todo.

sábado, enero 31


tercer círculo, la ira.

¿qué haremos con quien nos quiere mal si condenamos al que nos ama?

dante alighieri, canto XV, infierno, divina comedia.

martes, enero 27


¿Crecer? Acepto.
Once upon a now/Para Lala

Nos quedamos solas en la cocina después de la cena y vos me preguntás:
How do I look to you?
Sin esperar una respuesta me contás, casi encima, antes de que yo alcance a reaccionar.
I sometimes look at myself at the mirror and think “Who am I?”
A mí enseguida me viene a la cabeza la canción de John Lennon.
Es cierto, estoy en shock. Pero igual llego a escuchar la música para adentro.
Who am I? What am I suppose to do?
Y me sumo, me quedo cantando en silencio acodada en la mesa redonda.
No sé que responder, me atrapaste. Miro tu silla, la única con apoyabrazos. Ahora entiendo mejor lo que significa an armchair. Es una silla donde poner los brazos para levantarse cuando no te alcanzan las piernas.
El sábado salió una nota en Ñ sobre las células madre y yo deseé haberme adelantado en el tiempo, tener guardado tu cordón umbilical en alguna parte y poder decirte.
¿Ves?
Cuando fuimos a la alameda a hacer picnic el domingo te abrí el diario. Vos leíste, no me dijiste nada. Soplaba un viento más fresco ya, había llovido 19 milímetros y se había retirado el frente de aire caliente.
Eran días típicos de calor de Buenos Aires dije yo. No los sentía.
Días frescos para Córdoba llegaste a reírte.
Pero las dos creíamos.
Días de calor insoportable para El Recreo.
Nos reímos.
Estamos juntas -me tranquilicé.
Por la mañana subiste la mitad de la escalera y me despertaste con un hilo de voz.
Vale, it´s ten o´clock.
I´m coming.
En el mismo tono.
Fuimos juntas a Lourdes.
Santa Lucía es muy temprano para mí.
Pero tenés razón.
Siempre.
En Lourdes habría que sentarse en el último banco para escuchar bien.
Yo me puse de rodillas. Aproveché que habíamos llegado temprano.
Vos ya no podés arrodillarte pero te alegraste de poder pararte y sentarte cada vez que fuera necesario.
Es un buen día dijiste.
Nos agarramos fuerte de la mano.
No tan fuerte en realidad.
Pero se entiende. Es una fuerza diferente, no hace falta apretar.
Cada tanto yo te apoyaba la cabeza en el hombro. Ese que más temprano, mientras te vestíamos, me dijiste que se te había caído. La remera de hilo era del mismo color que tus ojos. Todas las remeras celestes se ponen del color de tus ojos cuando las usas. Es bellísimo verlo.
Cuando salimos contaste que yo había sido tu intérprete porque te conté lo de San Pablo.
Era un permiso extraordinario otorgado por el papa estar celebrando el día de un santo y no los misterios.
Yo lloré.
Siempre lloró en misa desde que murió Cecy. La última vez que comulgamos juntas fue en la sala de Malere y yo me tuve que agarrar fuerte, con fuerza, de la silla de ruedas para no ponerme a llorar.
Debe ser por eso.
A veces, cuando tengo miedo, repito de memoria el Salmo 23.
Me hubiera gustado poder leérselo en alemán.
Vos siempre que nos acordamos de eso me lo recitás en inglés.
Ella también se había convertido al catolicismo. Y cuando estuvo enferma decía lo mismo que vos ahora pero cambiado, en otro idioma quiero decir.
En realidad, quería decir lo mismo.
I´m at peace.
Y después todo entre nosotras era Danke Schön.

viernes, enero 2

La caligrafía de su nombre en chino (7)

Ella quería contarle.
El tiempo de las ciruelas es este: en diciembre, cuando los árboles se visten de flores blancas, quiere decir que no helo en el invierno. Los ciruelos parecen copos de dulce recortados sobre el fondo del parque. Primero sale la flor -la planta del pie tiene primero un callo de donde brota después al sol el principio del árbol.
Para él, una sirena -o más bien la cola de una sirena.
Valeria, la planta es una suela permanente.
¿Y la ciruela?
La ciruela un corazón de núcleo duro. Un átomo redondo y perfecto que no se deja roer.
En un sueño la fruta se convertía en una rata redonda y blanca, tras las rejas de un jardín de noche:
No mires.
Miraría.
No tengo miedo ¿Recuerdas? La historia de la casa de campo en la que se seca la laguna.
En plena glaciación:
Era de hielo.
Era de árboles.
Era del libro de las flores.
La microscopia de un mundo se dividía en eras, segundos de máxima belleza.
Ella pensó.
Diario de un naturalista.
Equivocaba el título: Muerte de un naturalista era -él rodaba por los peligrosos baldíos de arena del mundo: las ciudades están iluminada pero esto era la dársena y ellos estaban sueltos como engranajes absolutos.
No leerían juntos pero leerían, con la caída libre de los pétalos:
El origen de las especias.
La continuidad de los tilos.
Las delicadezas en el lugar del tallo.

Seguidores