martes, enero 27

Once upon a now/Para Lala

Nos quedamos solas en la cocina después de la cena y vos me preguntás:
How do I look to you?
Sin esperar una respuesta me contás, casi encima, antes de que yo alcance a reaccionar.
I sometimes look at myself at the mirror and think “Who am I?”
A mí enseguida me viene a la cabeza la canción de John Lennon.
Es cierto, estoy en shock. Pero igual llego a escuchar la música para adentro.
Who am I? What am I suppose to do?
Y me sumo, me quedo cantando en silencio acodada en la mesa redonda.
No sé que responder, me atrapaste. Miro tu silla, la única con apoyabrazos. Ahora entiendo mejor lo que significa an armchair. Es una silla donde poner los brazos para levantarse cuando no te alcanzan las piernas.
El sábado salió una nota en Ñ sobre las células madre y yo deseé haberme adelantado en el tiempo, tener guardado tu cordón umbilical en alguna parte y poder decirte.
¿Ves?
Cuando fuimos a la alameda a hacer picnic el domingo te abrí el diario. Vos leíste, no me dijiste nada. Soplaba un viento más fresco ya, había llovido 19 milímetros y se había retirado el frente de aire caliente.
Eran días típicos de calor de Buenos Aires dije yo. No los sentía.
Días frescos para Córdoba llegaste a reírte.
Pero las dos creíamos.
Días de calor insoportable para El Recreo.
Nos reímos.
Estamos juntas -me tranquilicé.
Por la mañana subiste la mitad de la escalera y me despertaste con un hilo de voz.
Vale, it´s ten o´clock.
I´m coming.
En el mismo tono.
Fuimos juntas a Lourdes.
Santa Lucía es muy temprano para mí.
Pero tenés razón.
Siempre.
En Lourdes habría que sentarse en el último banco para escuchar bien.
Yo me puse de rodillas. Aproveché que habíamos llegado temprano.
Vos ya no podés arrodillarte pero te alegraste de poder pararte y sentarte cada vez que fuera necesario.
Es un buen día dijiste.
Nos agarramos fuerte de la mano.
No tan fuerte en realidad.
Pero se entiende. Es una fuerza diferente, no hace falta apretar.
Cada tanto yo te apoyaba la cabeza en el hombro. Ese que más temprano, mientras te vestíamos, me dijiste que se te había caído. La remera de hilo era del mismo color que tus ojos. Todas las remeras celestes se ponen del color de tus ojos cuando las usas. Es bellísimo verlo.
Cuando salimos contaste que yo había sido tu intérprete porque te conté lo de San Pablo.
Era un permiso extraordinario otorgado por el papa estar celebrando el día de un santo y no los misterios.
Yo lloré.
Siempre lloró en misa desde que murió Cecy. La última vez que comulgamos juntas fue en la sala de Malere y yo me tuve que agarrar fuerte, con fuerza, de la silla de ruedas para no ponerme a llorar.
Debe ser por eso.
A veces, cuando tengo miedo, repito de memoria el Salmo 23.
Me hubiera gustado poder leérselo en alemán.
Vos siempre que nos acordamos de eso me lo recitás en inglés.
Ella también se había convertido al catolicismo. Y cuando estuvo enferma decía lo mismo que vos ahora pero cambiado, en otro idioma quiero decir.
En realidad, quería decir lo mismo.
I´m at peace.
Y después todo entre nosotras era Danke Schön.

3 comentarios:

ro dijo...

¿Que puedo agregar a tanta belleza encerrada?
Leerte, para mí, es como deleitarse parsimoniosamente con una delicada cena, junto a la mejor compañía, con música adecuada y perfecta iluminación, para que finalmente el festival de sentidos se termine adueñando de toda la escena.
Eso.
Ni más ni menos.
Por ende, cada vez que te leo, lo hago solo si estoy preparado y bien dispuesto a recibir ese bálsamo.
Nunca menos.
Gracias.

Anónimo dijo...

entschuldigung!

nv dijo...

esta carta es bellísima, vale, ojalá hayan podido leerla juntas en la alameda alguna tarde de picnic envueltas por el viento.
miles de besos.
los buenos aires de acá también te extrañan

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