viernes, febrero 27


yo había tenido un sueño en el que olvidabamos la temporada de conejos, los cartuchos suaves, la caza al salto, todo.
alguien llegaba y me decía.
-el verdadero problema es la falta de agua.
yo gritaba como si supiera que en el coto los conejos estaban todos enfermos.
y repetía muchas veces.
-no, las vacunas.
impermeable

a veces estamos cansados de los pájaros.
esos días no podemos dormir:
la conversación sobre los árboles nos quita el sueño,
nos hace pensar en marchar lejos de viaje.

miércoles, febrero 25

Es de noche, o de día.
Es apenas el principio de algo pero podría ser el medio.
Hoy el analista dijo que yo iba a ser un caso difícil.
Me explico que nosotros giraríamos sobre un agujero negro, todo el tiempo.
Y que finalmente ZAZ llegaríamos al agujero negro y allí no habría nada.
O ni siquiera llegaríamos.
Iterar.
Eso le dije.
Eso.
Me contesto.
De noche me enamoro del olor de los tilos que entra por la ventana de un departamento vacío donde me refugio del polvo.
No sé por donde quedó la historia de los árboles.
De día viajo.
En subte, en bicicleta, caminando, en taxi, en colectivo.
Hago trámites en todas las latitudes.
A veces en las oficinas públicas es invierno.
A veces es verano.
Depende.
A veces ni siquiera son oficinas y hoy pasé por la ciudad con una carta a Francia y un libro de Elizondo en la cartera.
Así iteré.
Así era.
Tuve menos ganas de gritar que en otros días.
Extrañé más la casa de campo.
Hablé con alguien sobre mudarse a casas, criar perros y los hijos.
Y vi el dibujo de un niño de siete años donde un padre trabajaba muy duro.
¿Será cierto, el amor?
¿Llegaremos a viejos?
¿Nos mudaremos a las casas?
¿Volveremos a vivir a las pequeñas ciudades?
En unos pocos días cumplo veinticuatro años y quiero festejar.
En los lugares donde estoy, soy la más chica.
Con la gente con la que estoy, soy la más chica.
Me preguntan los médicos si tengo 15, 16, 17.
Nunca 23.
Así promueven mi resistencia al cambio.
Desde que tengo memoria en mis cumpleaños lloro.
Todo el mundo te besa en las mejillas cuando llega.
Y te avisa cuando se va.
Nunca me gustó besar extraños.
Apenas a lo más amigos.
Como todo, es algo familiar, creo.

jueves, febrero 19





I heard the news today



OH BOY!
Hace un año/El amor también

Hoy, mientras le leía a Alexia un cuento sobre una princesa con ojos de semáforo, me prengunté cuánto tiempo pasa hasta que relación decanta, sola, hasta el final. Pensé en mis papás, terminando desde el primer día y teniendo, sin embargo, hijos con una desprolijidad amorosa. Pensé en los papás de Alexia también, que se conocieron y se fueron a vivir juntos y tuvieron una beba preciosa que apareció en casa a los seis meses después de un accidente. Pensé en mis abuelos, casados desde hace cincuenta años, haciendo las palabras cruzadas a la hora de la siesta. Pensé ¿qué es el amor? El amor con atracción, sin atracción, como entre amigos, como fatalidad...Hace poco, en el patio, un amigo me dijo “no hay nada más triste que darse cuenta de la muerte del amor”. Entonces y aunque todavía no entendía muy bien qué era el amor, sentí esa tristeza, la de la muerte del amor. Él también entendió cuando le conté que para mí, el amor no se moría en realidad y me explicó que esa prolongación del amor era el cariño que quedaba después entre las personas que se habían querido mucho. Se me pusieron los ojos como a la princesa del cuento, verdes-enormes y brillantes pero no me animé a llorar. Igual, pensé -en silencio-, cuánta más tristeza me daba entonces el cariño que la muerte del amor.Cuando llegué a casa busqué, entre mis libros de poesía, algún poema que hablara del amor. No me acordaba de haber leído ninguno que me hubiera gustado mucho. Me di cuenta de que no había leído muchos poemas de amor. De casualidad encontré ese poema de Marina, uno de los últimos de su librito blanco que se llama Crows. Lo que más me llamó la atención es que recordaba haberlo leído con una amiga hacia mucho tiempo y que me había gustado especialmente porque hablaba de los Counting Crows, una banda que esa amiga y yo, en nuestra adolescencia, habíamos escuchado sabiendo, como Marina en el poema, que era una banda que la gente olvidaría en serio. También me di cuenta de que apenas había prestado atención a que tenía una dedicatoria -dos iniciales- y que era un poema de amor, que hablaba del amor y que, además, hablaba de un amor en particular.Durante los días que siguieron le leí el poema a varias personas. Había encontrado una respuesta posible al problema del amor. Cierta levedad, en el poema, me tranquilizaba. Un sentimiento adolescente lo llamé, por una semana más o menos. Crows era mi hit del mes. Estaba encantada con ciertas imágenes que me hacían acordar al oso haciendo pis en la nieve del poema de Roberta Ianamico.El fin de semana, en el campo, durante una conversación telefónica, alguien me dijo “no quiero sonar fascista” y yo me acordé: supo que años más tarde, en una salida de chicas bien vestidas alguien diría “la vida es fascista”... Eso era lo que decía en Crows. Y aunque al principio no supe muy bien por qué, tuve un minuto de máxima tristeza. Ganas de llorar, aunque no hubiera nadie para ahí mirarme. El amor es fascista, pensé y corté el teléfono paralizada por esa revelación.La princesa del cuento estaba atrapada en un castillo de arena, con cuatro torres y un puente levadizo de cartón. Gritaba ¡Socorro, socorro! ¡Saquéenme de aquí! Era presa de un rey muy malo que quería obligarla a que se casara con él. La princesa lloraba encerrada en una torre con los ojos de semáforo llenos de lágrimas. Uno nunca sabe donde quedan los castillos de los cuentos, tampoco en qué tiempo pero el amor, el amor es fascista, me repetí.Una gota cayó justo en el botón del cuello de mi blusa. El amor es fascista, anoté en un cuaderno medio minuto después y dibujé dos guardias corpulentos, uno a cada lado de mi frase para que no dejaran que se escape- aunque yo la tuviera todo el tiempo en la punta de la lengua.Esa noche sentí que podía dedicarme el resto de la vida a inventar soluciones para salvar al amor. O escribir un poema, yo también que empezara preguntando, por ejemplo ¿qué quiere decir en un poema una posible derivación sexual?, y ser capaz de contestar: el amor no es fascista, es apenas un castillo, de arena en la playa con una princesa en una torre y un montón de caballeros con escarbadientes pinchudos y un dragón que larga fuego por la nariz que no la quieren dejar ir.
Al final escribí:
El amor es un castillo, de arena en la playa con una princesa en una torre.Un montón de caballeros con escarbadientes pinchudos y un dragón que larga fuego por la nariz no la quieren dejar ir.El amor es fascista.

lunes, febrero 16

La caligrafía/ En la casa de campo

La primera tormenta, cuando las luces se fueron, dispusieron candelabros en todas las habitaciones de la casa.
Mientras los hombres esperaban la hora de salir a contar los milímetros con las botas puestas, ellas le contaron a los niños la historia más antigua que conocían sobre viajes en barco.

miércoles, febrero 11

La Casa de Campo

A la hora del té, conversamos sobre los poemas de Mary Oliver que leímos juntas en la siesta (en la casa de campo las cosas toman formas distintas, con sus horarios y el despliegue de sus ceremonias). Después junto los platos y pongo a calentar el agua para la segunda tetera.
Son las 5.39 y el tiempo de las tostadas trascurrió rápido porque estamos solas:
esta tarde los hombres están en el campo arreglando un molino a viento, todavía no regresan.
Eso quiere decir, posiblemente, que continuaremos leyendo.
Es tu turno ahora.
Con naturalidad traes de la sala familiar dos libros, uno que fue de tu abuela, otro regalo de Misses Hopwood.
Nosotros somos católicos.
Misses Hopwood es protestante.
Están encuadernados en tela azul y, como los diccionarios de Oxford, tienen las letras cavadas en dorado.
El primero se llama The History of The Old Testament in Modern English.
El segundo tiene las cartas de los apóstoles -me decís- pero ni en las tapas ni el lomo se llega a distinguir el nombre.
Cuando lo abrimos lo primero es un lugar y una fecha.
London, 1938.
Y algo más, la inicial de un nombre y un apellido familiar.
Cocinera volante: todavía voy y vuelvo de la mesa abriendo espacios sin migas para apoyar los brazos y los libros.
Por un instante sucede que estoy de espaldas, agachada sobre el lavavajilla.
Decís que vas a leerme el prefacio.
Por el ruido de la losa no consigo escucharte.
Hago un esfuerzo.
Algo sobre la cantidad de años que estudió griego el traductor (¿60?¿16?). Y luego que se trata de una traducción directa.
Del griego.
Al inglés.
Te das cuenta de que debes esperar a que me siente.
Entonces Te interrumpe y me decís, al vaivén del movimiento doméstico.
What gay shorts you have, Valeria.
Me rio para adentro pensando nuestras propias modernidades.
They are brazilian.
I thought so. They are very colorful, very nice.
Voy a lavarme las manos -digo. Ya vuelvo.
En baño me entretengo demasiado frente al espejo.
My life in ancient English, decido.
Así van a llamarse mis diarios. Por este mes.

jueves, febrero 5

Hielo/Mary Oliver

Mi padre pasó su último invierno
Fabricando crampones para zapatos

Hechos de cámaras de neumáticos y recortes de hierro.
(Un artefacto que resbala sobre la parte media del pie

Y se sostiene debajo del zapato
Un pedazo de metal áspero que permite caminar

Sin miedo a caerse
Nunca en la nieve o en el hielo.) Mi padre

No debería haber estado
Tan cerca del trabajo

En un taller húmedo, pero a pesar
De que sentía estar viajando al borde de su mente

No se detenía. Mi madre
Los usaba, y mi tía, y mis primos.

Él los envolvía y los enviaba por correo
Una docena de pares para mí, una docena
Para mi hermana, en California.

Más tarde supimos cómo se los regalaba
A los vecinos, un hombre viejo

Apareciendo con las mejillas azules de frío en cada puerta.
Nadie lo rechazó

Porque ese dar era llanamente un pedido,
Una petición a ser bienvenido y útil–

O tal vez, quien sabe, la semilla de un deseo
De que no lo mandaran solo afuera, al hielo negro.

Ahora la casa parece más clara: libros,
Mitad-leídos, puestos de vuelta en los estantes;

Los proyectos sin terminar a un lado.
Esta primavera

Mi madre me escribe: Estoy limpiando el taller
Y encontré

Tantos pares de crampones,
Cajas y valijas atestadas,

Más de los que llegaríamos a usar nunca.
¿Qué hago? Y me veo a mi misma

Sola en esa casa con nada
Más que el oscuro brillo de acantilados de hielo, la sensación

De explosiones distantes,
Una ceguera mientras busco mi saco–

Y contesto: Mamá, por favor
Guardá todo.

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