A esa hora ella se conoce menos todavía de lo que conoce al mar. Su osadía consiste en continuar aunque no se conozca. Es fatal no conocerse, y no conocerse exige valor.
Clarice Lispector, Las aguas del mundo, Felicidad Clandestina.
En el sueño, no existían cupos ni vedas, únicamente el celo y la brama, y cada noche volvía a ser marzo. Ese día, dos animales daban saltos prodigiosos al golpe de gracia de la pólvora, y lo que se levantaba, en el rececho, además de una luna inmensa, eran las patas rojas y la tierra, roja también, del bosque ¿Quién lo hubiera dicho, visto siquiera? La caza de ciervos era ceremonia de cotejo: empezaba durante las últimas horas de la tarde y terminaba cuando la luz celeste iluminaba a las bestias en el predio con la gracia de muerte.
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