...decir que los animales salvajes podrían haber devorado a su propio hijo.
¿es así como se apoderan de uno los pesares de los años, hasta convertir el corazón de carne en un corazón de piedra, como dice la vieja canción?
En el sueño, no existían cupos ni vedas, únicamente el celo y la brama, y cada noche volvía a ser marzo. Ese día, dos animales daban saltos prodigiosos al golpe de gracia de la pólvora, y lo que se levantaba, en el rececho, además de una luna inmensa, eran las patas rojas y la tierra, roja también, del bosque ¿Quién lo hubiera dicho, visto siquiera? La caza de ciervos era ceremonia de cotejo: empezaba durante las últimas horas de la tarde y terminaba cuando la luz celeste iluminaba a las bestias en el predio con la gracia de muerte.
1 comentario:
Ah! Ese libro! Qué maravilla...
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