lunes, septiembre 6

Canción de cuna/Louise Gluck

Mi madre es experta en una cosa:
mandar a la gente que ama dentro del otro mundo.
Los pequeños, los bebés-- a ellos
los acuna, susurrando o cantándoles suave. No sé
qué es lo que hizo con mi padre;
pero lo que haya sido, estoy segura, era lo correcto.

Es lo mismo, la verdad, preparar a alguien
para ir a la cama, para ir a la muerte. Las canciones de cuna-- todas dicen
no tengas miedo, así parafrasean
el latido del corazón de la madre.
Así sus vidas lentamente se calman; son sólo
los moribundo los que no pueden, los que se niegan.

Los moribundos son como cimas, como giroscopios--
giran tan rápido que parecen estar quietos.
Después se separan y vuelan: en los brazos de mi madre,
mi hermana era una nube de átomos, de partículas-- esa es la diferencia.
Cuando un niño está dormido, la calma es absoluta.

Mi madre ha visto la muerte; no habla sobre la integridad del alma.
Ella sostuvo a un infante, a un hombre viejo, por comparación la oscuridad creció
sólida en torno, al final cambiando por tierra.

El alma es como toda cuestión:
¿por qué debería permanecer intacta, mantenerse fiel a una única forma
cuando puede ser libre?

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