domingo, diciembre 21

La caligrafía de su nombre en chino (6)

Todavía no caía el sol pero la lluvia hacía que la tarde pareciera suspendida en un ocaso gris y permanente. Desde temprano se habían acodado, cada cual en su sillón del living, para llevar adelante la delicada y silenciosa rutina de los días de lluvia. Era un día de verano en que la historia de los árboles parecía lejana. Era, también, el día de su cumpleaños número treinta.
Ella permaneció largo rato suspendida en esa idea sin rodar por la superficie de ningún pensamiento. Afuera, el agua caía en la forma de finos hilos transparentes y se preguntó como olería el jardín de la casa de campo, tenuemente iluminada por las bajas de la tensión eléctrica que producían allí las tormentas.
Deseo tener deseos de llorar: la tibieza del agua rodando por las mejillas hasta la comisura de los labios.
Pero lo cierto es que se sentía estupendamente bien y recordó un viaje en auto por un barrio alejado de la ciudad, algunos años antes. Tuvo la sensación extraña de estar allí de nuevo, mientras el auto avanzaba por una calle de casas bajas y faroles de luz amarilla. Volvió a ver los árboles cerrándose sobre el cielo como una cúpula espesa y verde y a ella misma presintiendo que hubiera sido agradable vivir allí durante el verano. Pero no hubiera persistido en la idea: cómo abandonar la casa de campo, cómo alejarse de las corrientes de aire salado de la dársena. Después de todo, entre ellos, todo eran grandes extensiones, todo era el capricho de la inmensidad aún cuando se encontraran en el centro de la sala.
Feliz cumpleaños, dijo.
Y lo cotidiano se sumergía en el suave y placido balanceo del sueño...

domingo, diciembre 14




la caligrafía de su nombre en chino (5)


¿Y si fuera África?
¿Y si todo hubiera sucedido muy lejos?
Lo que seguía era más bien como un sueño que se tiene temprano con la sinuosidad de una caravana de camellos:
África.
Berlín.
Caminaban sobre los codos cuando él dijo.
Tu serías feliz allí, Valeria.
Ella supo que no aprenderían a caminar de otro modo: todo era los codos, la juntura de la mañana y la extensión de un hilo amarillo visto desde el cielo.
Ella asintió sin el menor gesto- el movimiento era todo de él: los tics de la garra anaranjada del tigre y el sueño tenido en el interior de un ojo dorado.
No se tomaron de la mano ni del brazo: se dieron los codos. Estaban suspendidos como la brillantez del polvo y tenían el pecho como los sacos de aire de las gaitas. Por un segundo pensaron que no- no todo era barro negro ni el miedo a la temporada de pesca. Nadie supo si olvidaban o no la regla pero creyeron, por un instante, que era tiempo de apoyar los codos sobre la mesa.

domingo, diciembre 7


La caligrafía de su nombre en chino (4)
Era otro hemisferio. Él escribía una respuesta.
Tus plantas no van a morirse, Valeria. Recuerda que tienes que regarlas, pero háblales también, si puedes.
Ella se miró en el bebedero de la casa de campo:
La prevención de la crueldad- pensó, con la distancia inhumana de la brújula.

jueves, diciembre 4

La califrafía de su nombre en chino (3)
Él dijo.
En la dársena hay un reguero de pájaros y el mar está afuera, en el lugar de las luces oscilantes. Es el mundo ¿Ves? Ahí dónde se curva la panza del océano se nota mejor ¿Qué te despierta? Una sensación de vértigo extraordinaria ¿No es cierto? El mundo se arquea sin derramarse pero bien podría desaparecer por un agujero negro. Cuando volvamos a la casa de campo, en el invierno, todo estará acabado pero ahora mismo el mar se mueve con lentitud, impulsado por un remo enorme y secreto.
Ella pensó.
La intimidad que me es familiar es otra: vecina de los jardines y la hora del té, bajo la excusa de los jazmines y la conversación sobre los árboles -a esta misma hora nos reuniríamos debajo de los tilos a celebrar el bullicio de los nidos y los pájaros, tendríamos el corazón de menta o de miel, algo silvestre con aroma. En la casa de campo, la pava herviría mientras nos rozáramos los codos. El codo del agua, en cambio, es solitario: ahí donde el Este se sella con la línea del horizonte todo parece muerto. Aquí se cierra mi cuerpo bajo muchos cerrojos y muchas llaves de bronce.
Y dijo.
Tengo los pies mojados y ya es casi entrada la noche. No estoy tramando nada, regresemos.

martes, diciembre 2

La caligrafía de su nombre en chino (2)
Él dijo.
Aquí las especias eclipsan a los tilos.
Ella pensó.
¿Qué hago ahora con el libro de las flores silvestres?
Cerró los ojos y vio a la rosa china en plena floración, en el ojo de sol de su balcón, peinándose -la rosa se armaba un tocado de novia enamorada de sí misma que empezaba sobre la tierra y terminaba debajo de ella. Se sintió al tanto, como en la foto donde el caballo no camina. Anotó: Renuncio- ¡El siglo de la velocidad!, dicen. Pero dónde ¿Cómo es así? Nada ha cambiado, la verdad: Buenas noches Valeria-
Eso es algo que a menudo ella también decía pero solía sonar como un cascabel en la oscuridad del cuarto. Buenas noches Valeria. En un buen tiempo no volvería a repetir la frase. No es cierto que no pueda llegarse a la guerra agitando banderitas de colores como si recibiéramos al ejercito aliado: cuando es lunes y en la cocina de la casa rueda una lágrima azul ¿puede domesticarse a la naturaleza?
Quería.
Llorar es bueno Valeria.
El condicional.
Llorar es bueno Valeria.
Quiero.
Llorar es buenas noches Valeria.
Ahora tendría que llegar a odiar por un rato. Unos minutos antes de dormir, el día después entero y cuando se acordara, el resto de los años ¿Qué escribiera? Es todo lo que había hecho: escribir como si fuera a terminarse el mundo- voy a pasar de los árboles y la canela por un buen tiempo, dijo ¿El cuerpo? Pura memoria: no fuimos, no somos, no seremos compañeros de lectura: todo empezó como si tuviera que durar mucho tiempo. Todo fue torpe y dio trabajo y después todo fue rodar por la superficie rozándose los codos sin tener ganas de contarse secretos-
Entonces porqué estaría triste: la conmoverían las chispas de la soldadora en la puerta de un bar al que no volvería nunca? la población mundial multiplicada cuatro veces su número en los últimos cien años? No. Tampoco que las burbujas del agua no se respiran y había detestado el mal té -¿Duele? Si te importa sí, si no te importa no.
Pero también podría ser esto: pasar de los tilos a las especias sabiendo que en realidad lo único que se eclipsa está por fuera del mundo. Y saber que todo arde y en el fondo uno sabe que todo arde. O mejor: tener un sueño con conejos atrapados en un coto de caza.

lunes, diciembre 1

la caligrafía de su nombre en chino

él dijo.
aquí las especias eclipsan a los tilos.
ella pensó.
¿qué hago ahora con el libro de las flores silvestres?

cerro los ojos y vio a la rosa china en plena floración, en el ojo de sol de su balcón, peinandose -la rosa se armaba un tocado de novia enamorada de sí misma que empezaba sobre la tierra y terminaba debajo de ella.

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